Redes de apoyo entre mujeres

No me cabe ninguna duda que los seres humanos estamos diseñados para vivir en comunidad. En cambio la modalidad que impera en las grandes ciudades modernas, da prioridad a las familias nucleares, prefiriendo aún más a las familias constituidas por una sola persona. Este sistema suele generar buenos frutos económicos, al menos para unos pocos.
Por otra parte, la mayoría de las mujeres modernas hemos elegido terminar una carrera universitaria o lograr un buen puesto de trabajo, en lugar de tener una vida semejante a la de nuestras madres y abuelas.
Pero cuando –casualmente y contra todos los pronósticos- nace un niño, la soledad y el desconcierto para las madres es moneda corriente. Porque no hay comunidad que nos avale, nos sostenga, nos ampare, nos transmita sabiduría interior, o satisfaga cualquier necesidad, física o emocional.
Muchas de nosotras pretendemos atravesar la maternidad utilizando los mismos parámetros con los que estudiamos, trabajamos, tomamos decisiones, luchamos, nos hacemos valer, generamos dinero, elaboramos pensamientos o practicamos deportes. Confiamos en que la maternidad no podría ser más compleja que lidiar con cincuenta empleados a cargo todos los días. Sin embargo…solemos comprobar que se trata de otro nivel de complejidad.
La mayor dificultad consiste en “dejar el mundo real” para “ingresar en el mundo onírico” de la fusión mamá-bebé, y aunque cada una de nosotras reacciona en forma diferente durante el puerperio, sólo en la medida en que estemos bien sostenidas, estaremos en condiciones de sostener al bebé.
Hoy no tenemos aldea, ni comunidad ni tribu ni vecindad en muchos casos. A veces tampoco familia extendida. Pues bien, necesitamos crear apoyos modernos y solidarios. De lo contrario no es posible entrar en fusión con el bebé. No es posible amamantarlo, ni fundirse en sus necesidades permanentes.
Las mujeres tenemos que organizarnos. Una posibilidad es crear grupos de apoyo, o de encuentro, o grupos de crianza abiertos para que las madres encontremos compañía con nuestros hijos en brazos, comprensión de nuestros estados emocionales y aceptación de nuestras ambivalencias.
Otra figura que en la actualidad me parece fundamental es la “doula”. Hay “doulas” preparadas para acompañar a las parturientas y otras especialmente entrenadas para seguir el proceso puerperal. La “doula” interpreta la “experiencia interior” de cada madre, avalando todos los cambios invisibles, y traduciendo al lenguaje corriente la realidad del puerperio. No se trata de ayudar con el bebé, ni de ofrecer buenos consejos, sino de acompañar la zambullida al universo sutil e invisible del recién nacido. Su principal función es la de maternar a la madre para que entonces pueda maternar a su hijo.
Las “doulas” tienen una función para ejercer, nombrando cada sentimiento “absurdo”, desproporcionado o incomprensible de la madre reciente. Personalmente, espero que el oficio de “doula” ingrese en el inconsciente colectivo femenino. Que las mujeres “sepamos” durante y después de parir que merecemos naturalmente llamar y solicitar una “doula” a domicilio, para que nos abra las puertas a los Misterios de la Maternidad. Porque a partir de cada madre puérpera que se encuentra a sí misma, el mundo entero se encuentra. Cada “doula” que asiste a una puérpera, se sana a sí misma y sana a todas las mujeres. Cada palabra de apoyo, es una palabra de paz y de bienvenida al niño. Las “doulas” nos incitan a que confiemos en nuestras elecciones, decidiendo según nuestras más íntimas creencias. Ellas nos recuerdan que somos merecedoras de todos los cuidados, porque de ello depende

Laura Gutman

  1. Tengo una hija de 21 meses y formo parte de un grupo de apoyo entre madres desde que ella tiene 6 meses, y si bien hice algunas interrupciones en el medio, desde que cumplió el año (más o menos) tenemos asistencia perfecta.
    Comenzó llamándose «Grupo de puerperio» pero cuando los niños iban llegando a los 2 años, las madres iban transformando sus inquietudes y notamos que el grupo igual podía contenerlas, ahora también lo integran gestantes y algunas mamás también vienen con sus hijos más grandes.
    Vivo en Argentina, por lo que el tema de las doulas me resulta un poco inaccesible para la gente de clase media-baja, al menos en mi país. Leí los libros de Laura Gutman recomendados por la psicóloga que inició el grupo de puerperio y fueron de gran ayuda, solo que en algunos puntos, siento que está dirigido a personas de diferente nivel social. Si bien somos coterráneas, ella desarrolla sus actividades con gente de mayor poder adquisitivo.

    El grupo fué y es para mí, mi mayor sostén, por otra parte, la maternidad hizo que naturalmente me acerque mucho más a mis amigas con hijos y eso me sirve para sentirme acompañada; y dar companía y apoyo también, lo que resulta más que gratificante.
    Tener con quien hablar, compartir e intercambiar experiencias en estos momentos de tanta soledad e incertidumbre, es absolutamente necesario. Y es invaluable.

  2. Además de soledad y desconcierto, encuentro desconfianza hacia mi sensibilidad como madre, fallta de comprensión, una retahila de malos consejos… es como si una tuviera que nadar contracorriente, sociedad, familia, amigos, todo el mundo opina y sabe qué es lo mejor para tí y para tu hijo… mejor que tu propio hijo y tú misma, convirtiendo algo que debería ir fluido -la maternidad- en una especie de lucha. Cuando lo único que quiero es cuidar de mi hijo lo mejor que pueda y amarle con todas mis fuerzas.
    Ahora bien, después de ser madre, cambiaría dos palabras, lo que Laura llama la fusión mamá-bebe, me parece lo real, y lo demás un mundo abstracto y confuso donde antes me desenvolvía con soltura y ahora me cuesta un triunfo decidir cosas como qué haré dentro de un minuto o elegir entre dar un paso a la izquierda o un paso hacia delante. Ánimo a todas las madres.

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