El sueño de los bebés. ¡Cuantas dudas, temores, inseguridades asaltan a madres y padres, cuando su adorado bebé no se digna dormir toda la noche de un tirón! Pero ¿entra dentro de lo normal que los bebés duerman de un tirón, o es sólo lo que conviene a los adultos? ¿Qué consecuencias tiene desatender las necesidades emocionales de los bebés en etapas tan tempranas? ¿Tiene algo que decir la psicología acerca de forzar a los bebés a dormir solos a base de dejarlos llorar en su habitación?
Muchos psicólogos y psiquiatras han respondido, directa o indirectamente, a esta cuestión:
“Imponer a un bebé que duerma sin los ruidos de la respiración de sus padres, sin el olor de su madre, es una violencia que se le inflige en nombre de la tranquilidad del adulto. La separación precoz no conduce a la autonomía, sino al miedo al abandono y a la dependencia relacional. Es indiscutible que la autonomía se elabora en base a un sentimiento de seguridad. ¿Y si preguntáramos acerca de este temor a ser abandonados, tan difundido en nuestra sociedad?
Isabelle Filliozat, Psicoterapeuta.
“El Mundo emocional del niño”
El periodo de fusión emocional entre el bebé y su mamá se extiende casi sin cambios los primeros nueve meses, periodo en que el bebé logra el desplazamiento autónomo. Recién a los nueve meses el bebé humano alcanza el desarrollo al que otros mamíferos acceden a los pocos días de nacer. En este sentido, podemos compararnos con las hembras canguros, que llevan a sus crías durante un periodo intraútero y luego otro periodo similar extrautero, completando el desarrollo que necesita el bebé para lograr los primeros signos de autonomía…. Este estado fusional de los niños va disminuyendo con el correr de los años, en la medida en que su “yo soy” va madurando en su interior psíquico y emocional. Pero cabe destacar que un niño que ha sido exigido para soportar grandes separaciones siendo muy pequeño tendrá mayor tendencia a permanecer en relaciones fusionales mucho más tiempo. En la adultez se convierten en relaciones posesivas, hartantes, basadas en los celos y la desconfianza, que en realidad no son otra cosa que un grito desesperado para no quedarse eternamente solo”.
Laura Gutman psicóloga
“La maternidad y el encuentro con la propia sombra”
La vida real no coincide con los libros, porque a las madres les han dicho que, a medida que su hijo crezca, cada vez dormirá más horas seguidas. Y muchas se encuentran con la sorpresa de que es todo lo contrario. No es «insomnio infantil», no son «malos hábitos», simplemente es una conducta normal de los niños durante los primeros años. Una conducta que desaparecerá por sí sola, no con «educación» ni “entrenamiento», sino porque el niño se hará mayor y dejará de necesitar la presencia continua de su madre. Si cada vez que su hijo llora usted acude, le está alentando a ser independiente, es decir, a expresar sus necesidades a otras personas y a considerar que «lo normal» es que le atiendan. Eso le ayudará a ser un adulto seguro de sí mismo e integrado en la sociedad. Si cuando su hijo llora usted le deja llorar, le está enseñando que sus necesidades no son realmente importantes, y que otras personas «más sabias y poderosas» que él pueden decidir mejor que él mismo lo que le conviene y lo que no. Se hace más dependiente, porque depende de los caprichos de los demás y no se cree lo suficientemente importante para merecer que le hagan caso”.
Carlos González, pediatra
Autor de “Bésame mucho”
Este sentimiento primario de culpa es el más grave de todos y forma la base o el sustrato de lo que luego va a llamarse Super-Yo negativo o destructor. El niño, al no sentirse amado, se identifica con la «madre mala» y la mete dentro de sí como núcleo de su persona. Es decir, internaliza, «introyecta» esta madre que le rechaza … Y, como en la urdimbre primera se fragua la ulterior relación del hombre con el mundo de la realidad exterior, con la realidad «de los otros», esto es, del prójimo, con la realidad del propio cuerpo y con la posibilidad de integrar en «una totalidad armónica» todo su ser en el curso de la experiencia de la vida, podemos comprender que este «sentimiento primario de culpe» obedece, en efecto, a algo que pone gravemente en peligro la confianza y la valoración de sí mismo, que amenaza al hombre en lo más radical de su ser.
Juan Rof Carballo, psiquiatra
“Violencia y Ternura”. Ed. Espasa Calpe
Si McKenna estaba muy enterado sobre la manera de criar de los monos, no lo estaba tanto en cuanto a cómo criar a su propio hijo. Uno de los problemas era el sueño: como cualquier recién nacido, Jeff se revolvía, alborotaba y no quería dormir cuando debía. McKenna no tardó en descubrir que una manera de inducirlo al sueño era dormir con él. «Me tumbaba junto a él y respiraba como si estuviera dormido», recuerda McKenna, 18 años después. Y respira profundamente, bombeando el pecho ante mí como si aún tuviera a su bebé arropado sobre él. «Noté que respondía muy bien a estas claves respiratorias. Entonces me pregunté de qué me asombraba: lo que tenía ante mí era un bebé de primate, nacido sin desarrollar, que la selección había hecho sensible al contacto y al cuidado de sus padres.»
Meredith Small en
“Nuestros hijos y nosotros”
“Si el desierto emocional del hombre crea los desiertos de la naturaleza, la cuestión consiste en cómo enriquecer la capacidad instintivo-emocional del hombre del futuro … Es necesario percibir el nexo entre la relación bebé-madre y la relación de la humanidad con la madre Tierra”.
Michel Odent, obstetra
“En agua, la vida y la sexualidad”. Ed. Urano
“En el siglo de la concienciación ecológica, las prioridades del pasado están obsoletas, invertidas incluso. La consigna hoy es parar la destrucción de la biosfera y preservar una actitud positiva hacia la vida. Las crueldades hacia el recién nacido ya no tienen ningún sentido”.
Michel Odent, obstetra
«La génesis del hombre ecológico»
“Lo que sucede (tras el parto) es que para cuando devuelven a la criatura a su madre al cabo de unas horas, cuando la madre ya está en su habitación, lavada y recompuesta, el cuerpo materno ha absorbido ya las descargas de oxitocina sin proyectar la líbido hacia el cuerpo de la criatura. Se ha pasado el tiempo del co-nacimiento, del reajuste del nuevo estado de simbiosis y de acoplamiento del pulso y del aliento. Se produce un encuentro sin atracción libidinal, y empieza el “amor materno” que sale de la cabeza, que cree en lo que debe ser, y del corazón que sigue a la cabeza, pero no del vientre vivo que no podría ser engañado con ninguna razón. Se produce el ”amor” compatible con dejar a la criatura llorar en la cuna y darle el pecho o el biberón cada tres horas … Entendida la exterogestación como simbiosis … no resulta extraño entonces que pasado ese primer año de vida las criaturas crecidas sin esa simbiosis y por tanto, en un estado de inhibición y bloqueo, manifiesten el anhelo latente de la simbiosis; y sean mucho más exigentes de contacto físico que las que han crecido en simbiosis y no sienten esa carencia”.
Casilda Rodrigañez
“El Asalto al Hades”, Proyecto editorial Traficantes de sueños. 2002
“En las sociedades civilizadas, las diferencias entre individuos reflejan fundamentalmente y según el grado de alejamiento del continuum que la sociedad tenga, la manera en que cada cual se ha adaptado a la distorsión que en su personalidad ha causado la cantidad y calidad de las carencias experimentadas. Por ello, los individuos son, a menudo, antisociales, y la sociedad les teme, como teme cualquier otra manifestación de no conformidad entre sus miembros. Por lo general cuanto más anti-continuum es una cultura, mayor presión se ejerce sobre el individuo para que muestre una fachada de conformidad a la norma en su comportamiento público y privado”.
Jean Liedloff, antropóloga
El concepto del Continuum. Ed. Obstare
“La ciencia objetiva parece, en sus propios términos, no estar en absoluto calificada para hacer ninguna afirmación científica acerca de aquellas cualidades de la experiencia humana que tienen la impertinencia de seguir existiendo, aunque la ciencia no pueda estudiarlas. Un vínculo personal no puede verse siendo mirado por una mirada que rompe toda conexión entre la mirada y lo mirado”.
Ronald Laing, psiquiatra
La Voz de la Experiencia. Editorial Crítica. 1983